El suicidio en la literatura americana

Seguramente hemos leído muchos libros que acaban con finales trágicos. Uno de los más manidos, sin duda, es el que condena el personaje al suicidio. El hecho de quitarse la vida por propia voluntad como consecuencia de unas circunstancias insalvables, que no se pueden afrontar, aporta elementos demasiado trágicos como para no ser tenidos en cuenta por los autores a la hora de aumentar la tensión dramática de su obra.

El suicidio como topoi o lugar común ha tenido diversas fases en la historia de la literatura, encontrando en el romanticismo su máxima expresión. Esta corriente, heredera directa y admiradora de las tradiciones y cultura del Medievo, suponía un rechazo absoluto a la luz que brindó la Ilustración. Caracterizado por la búsqueda constante de la libertad auténtica, no es de extrañar la preeminencia del suicidio. No hay libertad más absoluta que decidir la muerte en el momento deseado.

Pensemos en los «suicidas románticos». Seguro que el primero que se nos ocurre es el joven Werther, de Goethe. A pesar de encuadrarse dentro del Realismo, Emma Bovary también decide quitarse la vida tras el abandono de todos sus amantes.

No sólo los protagonistas de las obras se sometían a este fin; hubo muchos escritores que en la época comprendida entre el siglo XVIII y el XIX decidieron acabar con su vida. Thomas Chatterton fue uno de ellos: creyendo haber alcanzado el cenit de su creación, se suicidó. Fue durante este periodo cuando se extendió entre todas las jóvenes promesas literarias el binomio “genio” y “muerte prematura”. Tal como apunta Sergio Sánchez Loyola, Karoline von Günderrrode y Heinrich von Kleist constituyen otros ejemplos de “escritores suicidas”. Se puede afirmar que la literatura desempeñó un rol fundamental en la divulgación del suicidio. En este sentido, la muerte de Werther y la de Chatterton provocó una auténtica ola de “seguidores” en Europa Occidental.

La literatura americana, en ese mismo periodo, no acogió de la misma manera el suicido. Todos los protagonistas morían por causas naturales o bien asesinados. Nadie se quitaba la vida por propia voluntad. Existen razones plausibles que explicarían esta circunstancia, entre ellas, razones sociales, políticas, religiosas, etc. La irrupción del puritanismo, todos aquellos protestantes ingleses que emigraron a América para escapar de la persecución religiosa que sufrían en su país, es una de las más poderosas.

Dos de los escritores románticos estadounidenses más importantes, Nathaniel Hawthorne y Herman Melville, se apartaron de sus colegas europeos. Sus obras recrean mundos inquietantes y tenebrosos, pero donde el suicidio no tiene acogida. Sus orígenes (Hawthorne de Salem y Melville de Nueva York, ambos de la Costa Este) tienen mayor importancia de la que se le puede atribuir en un principio. Fue precisamente en Nueva Inglaterra donde el puritanismo se asentó y creció. El rechazo absoluto al suicido era uno de sus principios casi fundacionales.

Los protagonistas de las obras de Poe, Melville o Hawthorne obvian la posibilidad del suicido, a pesar de que las circunstancias personales que los envuelven crean una atmósfera favorable para que se produzca.

Es interesante, en cualquier caso, percibir esta diferencia en el tratamiento de una realidad, el suicidio, desde dos ángulos diferentes, el europeo y el americano. Habrá que esperar a Moby Dick y a la desesperada persecución de la muerte por parte del Capitán Ahab para asistir a una de las primeras apariciones del suicidio en la literatura estadounidense. 

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